Escrito por Lisa Haugaard y Kell y Nicholls del Grupo de Trabajo sobre Asuntos Latinoamericanos y la Oficina en los Estados Unidos sobre Colombia
Informe completo en castellano :
http://lawg.org/storage/documents/Colombia/RompiendoElSilencio.pdf
Download here the full report :
http://www.usofficeoncolombia.org/docs/breaking-the-silence/breaking-the-silence.pdf
Introducción
Colombia tiene uno de los índices de
desapariciones forzadas más altos del
mundo. Ante la palabra “desapariciones”
en el contexto de América Latina, la
mayoría de la gente piensa solamente en Chile,
donde 3.000 personas fueron asesinadas o
desaparecidas, o en Argentina, donde 30.000
personas fueron desaparecidas durante la “guerra
sucia”. Pero información reciente está develando
las trágicas dimensiones de los desaparecidos de
Colombia.
Es poca la atención que se presta a las
desapariciones en Colombia. La razón de ello
podría ser simplemente porque el número de
víctimas de asesinatos, masacres, homicidios y
bajas en combate—en los que existen cuerpos—
es tan alto que las desapariciones quedan fuera
del foco de interés. La habilidad del gobierno
en proyectar una imagen de éxito también ha
contribuido para que las desapariciones, junto
con otros abusos de derechos humanos, sean
menos visibles. El hecho que el conflicto siga
activo dificulta prestarle atención a un crimen
donde las pruebas son invisibles por definición.
La reacción del gobierno colombiano y de la
comunidad internacional ante el problema de las
desapariciones ha sido retardada e insuficiente,
incluso en comparación con los limitados
programas y recursos legales de los que disponen
otras víctimas del conflicto.
Desde 2007, el gobierno colombiano viene
mejorando el proceso mediante el cual se registran
las desapariciones forzadas en el país. A medida
que los casos nuevos y viejos se van registrando
en una base de datos consolidada, los números
se elevan dramáticamente mes a mes. Al mes de
noviembre de 2010, las estadísticas oficiales del
gobierno de Colombia registran más de 51.000
desapariciones, cifra que incluye a personas
desaparecidas que podrían estar vivas, en tanto
que la Fiscalía General de la Nación habla de
más de 32.000 “desapariciones forzadas”.
Más de 1130 casos nuevos de desapariciones
forzadas han sido registrados en los últimos tres
años. Aún así, la cifra total sigue sin conocerse.
Son muchos los casos que todavía tienen que
incluirse en la base de datos y hay muchas
desapariciones que no están registradas. Las
afirmaciones iniciales que hicieron las asociaciones
de familiares de desaparecidos de alrededor de
15.000 desapariciones forzadas, más que ser una
exageración, ahora parecen haber subestimado en
gran medida el alcance de la tragedia.
Las víctimas de desapariciones forzadas de
Colombia incluyen a defensores de derechos
humanos, sindicalistas, afro-colombianos,
indígenas, jóvenes y niñas adolescentes de zonas
rurales en conflicto, entre otros. En las décadas de
los 70 y 80, muchas víctimas desaparecieron tras
ser detenidos por las fuerzas policiales o militares.
A las guerrillas también se les atribuyen asesinatos
y desapariciones.
Cuando en la década del 90 se expandió el
fenómeno paramilitar, también aumentaron
los casos de desapariciones a manos de
paramilitares—grupos armados ilegales de derecha
que recibían la colaboración de integrantes de las fuerzas armadas de Colombia. Los paramilitares
solían destruir los cuerpos de sus víctimas,
enterrarlos en fosas comunes o arrojarlos a los ríos.
Entre el 2004 y 2005, diferentes organizaciones
colombianas de derechos humanos comenzaron
a denunciar casos de soldados que detenían
personas, que luego eran desaparecidas y que
más tarde eran encontradas muertas y registradas
como guerrilleros muertos en combate. A 2010,
hay más de 3000 casos de ejecuciones de civiles
cometidas por las fuerzas armadas que están
siendo investigados por la justicia civil.
A las desapariciones forzadas se las ha
utilizado como una herramienta para controlar
comunidades y silenciar el disenso eliminando
a los dirigentes de movimientos sociales,
organizaciones comunitarias y de la oposición
política, e infundiendo miedo entre las familias de
las víctimas, comunidades y organizaciones.
Colombia ha desarrollado un marco jurídico
avanzado para encarar las desapariciones
forzadas, pero rara vez es aplicado con firmeza.
La Constitución de 1991 prohíbe las desapariciones
forzadas. Pero no fue hasta el 2000, después
de una prolongada campaña que hicieran las
asociaciones de familiares de desaparecidos,
que se promulgó una ley prohibiendo las
desapariciones forzadas y se definió las sanciones
penales para dicho crimen.
La Ley 589 crea la Comisión Nacional de
Búsqueda, el Registro Nacional de Desaparecidos,
y un mecanismo de búsqueda urgente para
localizar personas desaparecidas. La aprobación de
la Ley 1408 en agosto de 2010 podría significar
el fortalecimiento de los derechos de las víctimas,
ya que apunta a “rendir homenaje a las víctimas
del delito de desaparición forzada y a definir
mecanismos para su localización e identificación”.
El acuerdo de desmovilización alcanzado entre
el gobierno y las fuerzas paramilitares puso en
marcha importantes cambios que incidieron en
el tratamiento de las desapariciones forzadas.
A los paramilitares que pretendían reducir sus
sentencias al amparo de la ley de Justicia y Paz que
rige la desmovilización se les obligó a identificar
sus crímenes, informando incluso el lugar donde
estaban los cuerpos de sus víctimas. Miles de casos
de desapariciones salieron a la luz. Sin embargo,
las sentencias fueron limitadas a períodos de 5 a 8
años aún para los crímenes más atroces, y sólo dos
paramilitares han sido hasta ahora condenados en
este marco de justicia transicional.
Los parientes de los desaparecidos enfrentan
muchos obstáculos. Los familiares y las
asociaciones de familiares de desaparecidos son
estigmatizados en Colombia, y a las víctimas
se las presenta como guerrilleros que merecen
el destino que les ha tocado. Los familiares de
los desaparecidos suelen ser amenazados y
desplazados a la fuerza.
Son pocos los casos de desapariciones que
lograron llegar a juicio. El derecho de los familiares
a participar plenamente en la búsqueda de sus
seres queridos y de justicia está reconocido en lo
abstracto pero no se cumple en la realidad. A los
familiares se les ha forzado a declarar muertos
a sus seres queridos y a detener la búsqueda a
cambio de poder recibir la asistencia financiera
que se ofrece a las víctimas.
Las desapariciones distan mucho de ser un
problema del pasado. La tarea que enfrenta
Colombia no sólo es encontrar a los desaparecidos
y hacer justicia con las miles de desapariciones
forzadas que han ocurrido en los últimos treinta
años. El desafío es terminar con la práctica de las
desapariciones, porque en Colombia, todas las
semanas, hay personas que siguen desapareciendo.